En veces tiene el mismo color de piel el que manda matar que el que es matado.
En veces tienen el mismo color y lengua el asesino y la víctima.
Y no importan ni el calendario ni la geografía.
Lo que nos ha hecho pensar la lucha de los familiares y compañeros de Ayotzinapa es que quienes secuestran, asesinan y mienten son los mismos.
Que no va a buscar la verdad quien predica la mentira.
Que no va a hacer justicia quien impone la injusticia.
Y es que pensamos que esto ya no puede ser que siga siempre así, en todas partes y en todos los niveles.
Y esto es lo que nos enseñan los familiares de Ayotzinapa, que es mejor que nos busquemos y nos encontremos quienes padecemos esta enfermedad que se llama capitalismo.
De su mano de los familiares de Ayotzinapa buscamos a las desaparecidas que hay en todos los mundos que somos.
Porque las desaparecidas y asesinadas todos los días y a todas horas y en todas partes son la verdad y la justicia.
De su mano de los familiares de los 43 entendimos que Ayotzinapa no está en el estado mexicano de Guerrero, sino que está en todo el mundo de abajo.
De su mano entendemos que el enemigo común del campo y de la ciudad es el capitalismo, no sólo en un país sino en todo el mundo.
Pero esta guerra mundial capitalista encuentra en todos los rincones a gente que se rebela y resiste.
Esta gente en rebeldía y resistencia se va organizando según su propio pensamiento, según su lugar, según su historia, según su modo.
Y en sus luchas de rebeldía y resistencia se van conociendo entre sí y hacen sus acuerdos para lograr lo que se quiere.
Se conocen pero no se juzgan entre sí.
No entran en competencia a ver quién es mejor. No se preguntan quién ha hecho más, quién va adelante, quién es vanguardia, quién manda.
Lo que se preguntan entre sí es si hay algún bien en lo que hace el capitalismo.
Y como la respuesta que encuentran es que NO hay nada de un bien, sino todo lo contrario, nos hace mil formas de males, entonces es lógico que tenemos mil formas de respuesta a ese mal.
O sea que la pregunta pasa a ser ¿cómo se hace para rebelarse contra el mal? ¿Cómo se resiste para que ese mal del capitalismo no destruya? ¿Cómo se hace para volver a construir lo destruido de modo que no quede igual sino que sea mejor? ¿Cómo se levanta al caído? ¿Cómo se encuentra al desaparecido? ¿Cómo se libera al preso? ¿Cómo viven los muertos? ¿Cómo se construyen la democracia, la justicia, la libertad?
No hay una respuesta sola. No hay un manual. No hay un dogma. No hay un credo.
Hay muchas respuestas, muchos modos, muchas formas.
Y cada quien va viendo sus resultados y va aprendiendo de su propia lucha y de otras luchas.
Mientras los de arriba se enriquecen con paga, los de abajo se enriquecen con experiencias de lucha.
Y, hermanas y hermanos, les decimos claro lo que nosotras, nosotros los zapatistas, hemos aprendido de mirarnos y escucharnos, y de mirar y escuchar al mundo.
No ha sido, ni es, ni será por un individuo o individua que nos va a llegar el regalo de la libertad, de la verdad, de la justicia.
Porque resulta, amigos y enemigos, que la libertad, la verdad y la justicia no son regalos, sino derechos que hay que conquistar y defender.
Y son los colectivos los que lo logran.
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