domingo, 25 de enero de 2015

Entre la luz y la sombra


El Subcomandante Marcos deja el EZLN (urgente)




El Subcomandante Marcos deja el EZLN (urgente)

LA NOTICIA SE DIFUNDE EN LOS MEDIOS ALTERNATIVOS, Y TIENE NULA REPERCISIÓN EN LOS MEDIOS MASIVOS, AUN EN MEXICO. COMPARTO CON USTEDES LAS ULTIMAS LINEAS DE UN REVOLUCIONARIO, PERO TAMBIÉN DE UN POETA.POR FAVOR, LA CARTA ES LARGA, PUEDEN LEERLA, PERO POR FAVOR, RESPETEN EL ESPACIO. GRACIAS!

El Subcomandante Marcos deja el EZLN (urgente)
El 24 de Mayo, el Subcomandante Marcos difundió a través de la prensa alternativa mundial, lo que es su última declaración en nombre del EZLN (Ejercito Zapatista de Liberación Nacional), antes de pasar al anonimato fuera de la dirección de la organización zapatista. 

Últimas palabras de Subcomandante Marcos antes de dejar de existir


                      Entre la luz y la sombra

En La Realidad, Planeta Tierra.
Mayo del 2014.



Compañera, compañeros, compañero:

Buenas noches, tardes, días en cualesquiera que sea su geografía, su tiempo y su modo.

Buenas madrugadas.

Quisiera pedirles a las compañeras, compañeros y compañeroas de la Sexta que vienen de otras partes, especialmente a los medios libres compañeros, su paciencia, tolerancia y comprensión para lo que voy a decir, porque éstas serán mis últimas palabras en público antes de dejar de existir.

Me dirijo a ustedes y a quienes a través de ustedes nos escuchan y miran.

Tal vez al inicio, o en el transcurso de estas palabras vaya creciendo en su corazón la sensación de que algo está fuera de lugar, de que algo no cuadra, como si estuvieran faltando una o varias piezas para darle sentido al rompecabezas que se les va mostrando. Como que de por sí falta lo que falta.

Tal vez después, días, semanas, meses, años, décadas después se entienda lo que ahora decimos.

Mis compañeras y compañeros del EZLN en todos sus niveles no me preocupan, porque de por sí es nuestro modo acá: caminar, luchar, sabiendo siempre que siempre falta lo que falta.

Además de que, que no se ofenda nadie, la inteligencia de l@s compas zapatistas está muy por arriba del promedio.

Por lo demás, nos satisface y enorgullece que sea ante compañeras, compañeros y compañeroas, tanto del EZLN como de la Sexta, que se da a conocer esta decisión colectiva.

Y qué bueno que será por lo medios libres, alternativos, independientes, que este archipiélagos de dolores, rabias y digna lucha que nos llamamos “la Sexta” tendrá conocimiento de esto que les diré, donde quiera que se encuentren.

Si a alguien más le interesa saber qué pasó este día tendrá que acudir a los medios libres para enterarse.

Va pues. Bienvenidas y bienvenidos a la realidad zapatista.



I.- Una decisión difícil

Cuando irrumpimos e interrumpimos en 1994 con sangre y fuego, no iniciaba la guerra para nosotras, nosotros los zapatistas.

La guerra de arriba, con la muerte y la destrucción, el despojo y la humillación, la explotación y el silencio impuestos al vencido, ya la veníamos padeciendo desde siglos antes.

Lo que para nosotros inicia en 1994 es uno de los muchos momentos de la guerra de los de abajo contra los de arriba, contra su mundo.

Esa guerra de resistencia que día a día se bate en las calles de cualquier rincón de los cinco continentes, en sus campos y en sus montañas.

Era y es la nuestra, como la de muchos y muchas de abajo, una guerra por la humanidad y contra el neoliberalismo.

Contra la muerte, nosotros demandamos vida.

Contra el silencio, exigimos la palabra y el respeto.

Contra el olvido, la memoria.

Contra la humillación y el desprecio, la dignidad.

Contra la opresión, la rebeldía.

Contra la esclavitud, la libertad.

Contra la imposición, la democracia.

Contra el crimen, la justicia.

¿Quién con un poco de humanidad en las venas podría o puede cuestionar esas demandas?

Y en ese entonces muchos escucharon.

La guerra que levantamos nos dio el privilegio de llegar a oídos y corazones atentos y generosos en geografías cercanas y alejadas.

Faltaba lo que faltaba, y falta lo que falta, pero conseguimos entonces la mirada del otro, su oído, su corazón.

Entonces nos vimos en la necesidad de responder a una pregunta decisiva:

“¿Qué sigue?”

En las tétricas cuentas de la víspera no entraba la posibilidad de plantearnos pregunta alguna. Así que esa pregunta nos llevó a otras:

¿Preparar a los que siguen en la ruta de la muerte?

¿Formar más y mejores soldados?

¿Invertir empeños en mejorar nuestra maltrecha maquinaria de guerra?

¿Simular diálogos y disposición para la paz, pero seguir preparando nuevos golpes?

¿Matar o morir como único destino?

¿O debíamos reconstruir el camino de la vida, ése que habían roto y siguen rompiendo desde arriba?

El camino no sólo de los pueblos originarios, también de trabajadores, estudiantes, maestros, jóvenes, campesinos, además de todas las diferencias que se celebran arriba, y abajo se persiguen y se castigan.

¿Debíamos inscribir nuestra sangre en el camino que otros dirigen hacia el Poder o debíamos voltear el corazón y la mirada a los que somos y a los que son lo que somos, es decir los pueblos originarios, guardianes de la tierra y la memoria?

Nadie lo escuchó entonces, pero en los primeros balbuceos que fueron nuestras palabras advertimos que nuestro dilema no estaba entre negociar o combatir, sino entre morir o vivir.

Quien hubiera advertido entonces que ese temprano dilema no era individual, tal vez hubiera entendido mejor lo que ocurrido en la realidad zapatista los últimos 20 años.

Pero les decía yo que nos topamos con esa pregunta y ese dilema.

Y elegimos.

Y en lugar de dedicarnos a formar guerrilleros, soldados y escuadrones, preparamos promotores de educación, de salud, y se fueron levantando las bases de la autonomía que hoy maravilla al mundo.

En lugar de construir cuarteles, mejorar nuestro armamento, levantar muros y trincheras, se levantaron escuelas, se construyeron hospitales y centros de salud, mejoramos nuestras condiciones de vida.

En lugar de luchar por ocupar un lugar en el Partenón de las muertes individualizadas de abajo, elegimos construir la vida.

Esto en medio de una guerra que no por sorda era menos letal.

Porque, compas, una cosa es gritar “no están solos” y otra enfrentar sólo con el cuerpo una columna blindada de tropas federales, como ocurrió en la zona de Los Altos de Chiapas, y a ver si hay suerte y alguien se entera, y a ver si hay un poco más de suerte y el que se entera se indigna, y otro poco más de suerte y el que se indigna hace algo.

En el entretanto, las tanquetas son frenadas por las mujeres zapatistas, y a falta de parque fue con mentadas de madre y piedras que la serpiente de acero tuvo que echarse para atrás.

Y en la zona norte de Chiapas, padecer el nacimiento y desarrollo de las guardias blancas, recicladas entonces como paramilitares; y en la zona Tzotz Choj las agresiones continuas de organizaciones campesinas que de “independientes” a veces ni el nombre tienen; y en la zona de la Selva Tzeltal la combinación de paramilitares y contras.

Y una cosa es gritar “todos somos marcos” o “no todos somos marcos”, según el caso o cosa, y otra la persecución con toda la maquinaria de guerra, la invasión de poblados, el “peinado” de montañas, el uso de perros amaestrados, las aspas de los helicópteros artillados alborotando los copetes de las ceibas, el “vivo o muerto” que nació en los primeros días de enero de 1994 y alcanzó su nivel más histérico en 1995 y el resto del sexenio del ahora empleado de una trasnacional, y que esta zona de Selva Fronteriza padeció desde 1995 y a la que se suma después la misma secuencia de agresiones de organizaciones campesinas, uso de paramilitares, militarización, hostigamiento.

Si hay algún mito en todo esto no es el pasamontañas, sino la mentira que repiten desde esos días, incluso retomada por personas con altos estudios, de que la guerra contra los zapatistas sólo duró 12 días.

No haré un recuento detallado. Alguien con un poco de espíritu crítico y seriedad puede reconstruir la historia, y sumar y restar para sacar la cuenta, y decir si fueron y son más los reporteros que los policías y soldados; si fueron más los halagos que las amenazas e insultos, si el precio que se ponía era para ver el pasamontañas o para capturarlo “vivo o muerto”.

En esas condiciones, algunas veces sólo con nuestras fuerzas y otras con el apoyo generoso e incondicional de gente buena de todo el mundo, se fue avanzando en la construcción aún inacabada, es cierto, pero ya definida de lo que somos.

No es entonces una frase, afortunada o desafortunada, según se le vea desde arriba o desde abajo, la de “aquí estamos los muertos de siempre, muriendo de nuevo, pero ahora para vivir”. Es la realidad.

Y casi 20 años después…

El 21 de diciembre del 2012, cuando la política y el esoterismo coincidían, como otras veces, en predicar catástrofes que siempre son para los de siempre, los de abajo, repetimos el golpe de mano del 1 de enero del 94 y, sin disparar ni un solo tiro, sin armas, con nuestro solo silencio, postramos de nuevo la soberbia de las ciudades cuna y nido del racismo y el desprecio.

Si el primero de enero de 1994, miles de hombres y mujeres sin rostro atacaron y rindieron las guarniciones que protegían las ciudades, el 21 de diciembre del 2012 fueron decenas de miles que tomaron sin palabras los edificios desde donde se celebraba nuestra desaparición.

El sólo hecho inapelable de que el EZLN no sólo no se había debilitado, mucho menos desaparecido, sino que había crecido cuantitativa y cualitativamente hubiera bastado para que cualquier mente medianamente inteligente se diera cuenta de que, en esos 20 años, algo había cambiado al interior del EZLN y de las comunidades.

Tal vez más de alguno piense que nos equivocamos al elegir, que un ejército no puede ni debe empeñarse en la paz.

Por muchas razones, cierto, pero la principal era y es porque de esa forma terminaríamos por desaparecer.

Tal vez es cierto. Tal vez nos equivocamos al elegir cultivar la vida en lugar de adorar a la muerte.

Pero nosotros elegimos no escuchando a los de afuera. No a quienes siempre demandan y exigen la lucha a muerte, mientras los muertos los pongan otros.

Elegimos mirándonos y escuchándonos, siendo el Votán colectivo que somos.

Elegimos la rebeldía, es decir, la vida.

Eso no quiere decir que no supiéramos que la guerra de arriba trataría y trata de imponer de nuevo su dominio sobre nosotros.

Supimos y sabemos que una y otra vez habremos de defender lo que somos y como somos.

Supimos y sabemos que seguirá habiendo muerte para que haya vida.

Supimos y sabemos que para vivir, morimos.



II.- ¿Un fracaso?

Dicen por ahí que no hemos logrado nada para nosotros.

No deja de sorprender que se maneje con tanto desparpajo esta posición.

Piensan que los hijos e hijas de los comandantes y comandantas deberían disfrutar de viajes al extranjero, de estudios en escuelas privadas y luego de altos puestos en la empresa o la política. Que en lugar de trabajar la tierra para arrancarle con sudor y empeño el alimento, deberían lucirse en las redes sociales divirtiéndose en los antros, exhibiendo lujos.

Tal vez los subcomandantes deberían procrear y heredar a sus descendientes los cargos, las prebendas, los templetes, como hacen los políticos de todo el espectro.

Tal vez deberíamos, como los dirigentes de la CIOAC-H y de otras organizaciones campesinas, recibir privilegios y paga en proyectos y apoyos, quedarnos con la mayor parte y dejar a las bases sólo unas migajas, a cambio de que cumplan las órdenes criminales que vienen de más arriba.

Pero es cierto, no hemos logrado nada de eso para nosotros.

Difícil de creer que, 20 años después de aquel “nada para nosotros”, resultara que no era una consigna, una frase buena para carteles y canciones, sino una realidad, la realidad.

Si el ser consecuentes es un fracaso, entonces la incongruencia es el camino del éxito, la ruta al Poder.

Pero nosotros no queremos ir para allá.

No nos interesa.

En esos parámetros preferimos fracasar que triunfar.



III.- El relevo.

En estos 20 años ha habido un relevo múltiple y complejo en el EZLN.

Algunos han advertido sólo el evidente: el generacional.

Ahora están haciendo la lucha y dirigiendo la resistencia quienes eran pequeños o no habían nacido al inicio del alzamiento.

Pero algunos estudiosos no se han percatado de otros relevos:

El de clase: del origen clase mediero ilustrado, al indígena campesino.

El de raza: de la dirección mestiza a la dirección netamente indígena.

Y el más importante: el relevo de pensamiento: del vanguardismo revolucionario al mandar obedeciendo; de la toma del Poder de Arriba a la creación del poder de abajo; de la política profesional a la política cotidiana; de los líderes, a los pueblos; de la marginación de género, a la participación directa de las mujeres; de la burla a lo otro, a la celebración de la diferencia.

No me extenderé más sobre esto, porque ha sido precisamente el curso “La Libertad según l@s zapatistas” la oportunidad de constatar si en territorio organizado vale más el personaje que la comunidad.

En lo personal no entiendo por qué gente pensante que afirma que la historia la hacen los pueblos, se espante tanto ante la existencia de un gobierno del pueblo donde no aparecen los “especialistas” en ser gobierno.

¿Por qué les da terror el que sean los pueblos los que manden, los que dirijan sus pasos propios?

¿Por qué mueven la cabeza con desaprobación frente al mandar obedeciendo?

El culto al individualismo encuentra en el culto al vanguardismo su extremo más fanático.

Y ha sido eso precisamente, el que los indígenas manden y que ahora un indígena sea el vocero y jefe, lo que los aterra, los aleja, y finalmente se van para seguir buscando alguien que precise de vanguardias, caudillos y líderes. Porque también hay racismo en la izquierda, sobre todo en la que se pretende revolucionaria.

El ezetaelene no es de ésos. Por eso no cualquiera puede ser zapatista.



IV.- Un holograma cambiante y a modo. Lo que no será.

Antes del amanecer de 1994, pasé 10 años en estas montañas. Conocí y traté personalmente a algunos en cuya muerte morimos un mucho. Conozco y trato desde entonces con otros y otras más que hoy están aquí como nosotros.

Muchas madrugadas me encontré a mí mismo tratando de digerir las historias que me contaban, los mundos que dibujaban con silencios, manos y miradas, su insistencia en señalar algo más allá.

¿Era un sueño el mundo ése, tan otro, tan lejano, tan ajeno?

A veces pensé que se habían adelantado, que las palabras que nos guiaron y guían venían de tiempos para los que no habían aún calendarios, perdidos como estaban en geografías imprecisas: siempre el sur digno omnipresente en todos los puntos cardinales.

Luego supe que no me hablaban de un mundo inexacto y, por lo tanto, improbable.

Ese mundo ya andaba con su paso.

Ustedes, ¿no lo vieron? ¿No lo ven?

No hemos engañado a nadie de abajo. No escondemos que somos un ejército, con su estructura piramidal, su centro de mando, sus decisiones de arriba abajo. No por congraciarnos con libertarios o por moda negamos lo que somos.

Pero cualquiera puede ver ahora si el nuestro es un ejército que suplante o impone.

Y debo decir esto, que ya he pedido la autorización del compañero Subcomandante Insurgente Moisés para hacerlo:

Nada de lo que hemos hecho, para bien o para mal, hubiera sido posible si un ejército armado, el zapatista de liberación nacional, no se hubiera alzado contra el mal gobierno ejerciendo el derecho a la violencia legítima. La violencia del de abajo frente a la violencia del de arriba.

Somos guerreros y como tales sabemos cuál es nuestro papel y nuestro momento.

En la madrugada del día primero del primer mes del año de 1994, un ejército de gigantes, es decir, de indígenas rebeldes, bajó a las ciudades para con su paso sacudir el mundo.

Apenas unos días después, con la sangre de nuestros caídos aún fresca en las calles citadinas, nos dimos cuenta de que los de afuera no nos veían.

Acostumbrados a mirar desde arriba a los indígenas, no alzaban la mirada para mirarnos.

Acostumbrados a vernos humillados, su corazón no comprendía nuestra digna rebeldía.

Su mirada se había detenido en el único mestizo que vieron con pasamontañas, es decir, que no miraron.

Nuestros jefes y jefas dijeron entonces:

“Sólo lo ven lo pequeño que son, hagamos a alguien tan pequeño como ellos, que a él lo vean y por él nos vean”.

Empezó así una compleja maniobra de distracción, un truco de magia terrible y maravillosa, una maliciosa jugada del corazón indígena que somos, la sabiduría indígena desafiaba a la modernidad en uno de sus bastiones: los medios de comunicación.

Empezó entonces la construcción del personaje llamado “Marcos”.

Les pido que me sigan en este razonamiento:

Supongamos que es posible otra forma de neutralizar a un criminal. Por ejemplo, creándole su arma homicida, hacerle creer que es efectiva, conminarlo a construir, en base a esa efectividad, todo su plan, para, en el momento en que se prepara para disparar, el “arma” vuelva a ser lo que siempre fue: una ilusión.

El sistema entero, pero sobre todo sus medios de comunicación, juegan a construir famas para luego destruirlas si no se pliegan a sus designios.

Su poder residía (ya no, han sido desplazados en eso por las redes sociales) en decidir qué y quién existía en el momento en que elegían qué nombraban y qué callaban.

En fin, no me hagan mucho caso, como se ha demostrado en estos 20 años, yo no sé nada de medios masivos de comunicación.

El caso es que el SupMarcos pasó de ser un vocero a ser un distractor.

Si el camino de la guerra, es decir, de la muerte, nos había tomado 10 años; el de la vida tomó más tiempo y requirió más esfuerzo, por no hablar de sangre.

Porque, aunque no lo crean, es más fácil morir que vivir.

Necesitábamos tiempo para ser y para encontrar a quien supiera vernos como lo que somos.

Necesitábamos tiempo para encontrar a quien nos viera no hacia arriba, no hacia abajo, que de frente nos viera, que nos viera con mirada compañera.

Les decía que empezó entonces la construcción del personaje.

Marcos un día tenía los ojos azules, otro día los tenía verdes, o cafés, o miel, o negros, todo dependiendo de quién hiciera la entrevista y tomara la foto. Así fue reserva en equipos de futbol profesional, empleado en tiendas departamentales, chofer, filósofo, cineasta, y los etcéteras que pueden encontrar en los medios de paga de esos calendarios y en diversas geografías. Había un Marcos para cada ocasión, es decir, para cada entrevista. Y no fue fácil, créanme, no había entonces wikipedia y si venían del Estado Español tenía que investigar si el corte inglés, por ejemplo, era un corte de traje típico de Inglaterra, una tienda de abarrotes, o una tienda departamental.

Si me permiten definir a Marcos el personaje entonces diría sin titubear que fue una botarga.

Digamos que, para que me entiendan, Marcos era un Medio No Libre (ojo: que no es lo mismo que ser un medio de paga).

En la construcción y mantenimiento del personaje tuvimos algunos errores.

“Es de humanos el herrar”, dijo el herrero.

Durante el primer año agotamos, como quien dice, el repertorio de “Marcos” posibles. Así que para inicios de 1995 estábamos en apuros y el proceso de los pueblos estaba en sus primeros pasos.

Así que en 1995 ya no sabíamos cómo hacerle. Pero entonces es cuando Zedillo con el PAN de la mano, “descubre” a Marcos con el mismo método científico con que encuentra osamentas es decir, por delación esotérica.

La historia del tampiqueño nos dio aire, aunque el fraude posterior de la Paca de Lozano nos hizo temer que la prensa de paga cuestionara también el “desenmascaramiento” de Marcos y descubriera que era un fraude más. Afortunadamente no fue así. Como ésa, los medios siguieron tragando otras ruedas de molino semejantes.

Un tiempo después el tampiqueño llegó a estas tierras. Junto con el Subcomandante Insurgente Moisés, hablamos con él. Le ofrecimos entonces dar una conferencia conjunta, así podría él librarse de la persecución puesto que sería evidente que no eran Marcos y él la misma persona. No quiso. Vino a vivir acá. Salió algunas veces y su rostro puede encontrarse en las fotografías de los velorios de sus padres. Si quieren pueden entrevistarlo. Ahora vive en una comunidad, en…. Ah, no quiere que sepan dónde mero vive. No diremos nada más para que él, si así lo desea algún día, pueda contar la historia que vivió desde el 9 de febrero de 1995. Por nuestra parte sólo nos queda agradecerle que nos haya pasado datos que cada tanto usamos para alimentar la “certeza” de que el SupMarcos no es lo que es en realidad, es decir, una botarga o un holograma, sino un profesor universitario, originario del ahora doloroso Tamaulipas.

En el entretanto seguíamos buscando, buscándolas, buscándolos a ustedes, a quienes ahora están aquí y a quienes no están aquí pero están.

Lanzamos una y otra iniciativas para encontrar al otro, a la otra, a lo otro compañero. Diferentes iniciativas, tratando de encontrar la mirada y el oído que necesitamos y merecemos.

En el entretanto, seguía el avance de los pueblos y el relevo del que se ha hablado mucho o poco, pero que se puede constatar directamente, sin intermediarios.

En la búsqueda de lo otro, una y otra vez fracasamos.

A quien encontrábamos o nos quería dirigir o quería que lo dirigiéramos.

Había quienes se acercaban y lo hacían con el afán de usarnos, o para mirar hacia atrás, sea con la nostalgia antropológica, sea con la nostalgia militante.

Así para unos éramos comunistas, para otros trotskistas, para otros anarquistas, para otros maoístas, para otros milenaristas, y ahí les dejo varios “istas” para que pongan lo que sea de su conocimiento.

Así fue hasta la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, la más audaz y la más zapatista de las iniciativas que hemos lanzado hasta ahora.

Con la Sexta al fin hemos encontrado quien nos mira de frente y nos saluda y abraza, y así se saluda y abraza.

Con la Sexta al fin los encontramos a ustedes.

Por fin, alguien que entendía que no buscábamos ni pastores que nos guiaran, ni rebaños a los cuales conducir a la tierra prometida. Ni amos ni esclavos. Ni caudillos ni masas sin cabeza.

Pero faltaba ver si era posible que miraran y escucharan lo que siendo somos.

Al interior, el avance de los pueblos había sido impresionante.

Entonces vino el curso “La Libertad según l@s zapatistas”.

En 3 vueltas, nos dimos cuenta de que ya había una generación que podía mirarnos de frente, que podía escucharnos y hablarnos sin esperar guía o liderazgo, ni pretender sumisión ni seguimiento.

Marcos, el personaje, ya no era necesario.

La nueva etapa en la lucha zapatista estaba lista.

Pasó entonces lo que pasó y muchas y muchos de ustedes, compañeras y compañeros de la Sexta, lo conocen de manera directa.

Podrán decir luego que lo del personaje fue ocioso. Pero una revisión honesta de esos días dirá de cuántas y cuántos voltearon a mirarnos, con agrado o desagrado, por los desfiguros de una botarga.

Así que el relevo de mando no se da por enfermedad o muerte, ni por desplazamiento interno, purga o depuración.

Se da lógicamente de acuerdo a los cambios internos que ha tenido y tiene el EZLN.

Sé que eso no cuadra con los esquemas cuadrados que en los distintos arriba hay, pero eso la verdad nos tiene sin cuidado.

Y si esto arruina la perezosa y pobre elaboración de los rumorólogos y zapatólogos de Jovel, pues ni modos.

Ni estoy ni he estado enfermo, ni estoy ni he estado muerto.

O sí, aunque tantas veces me mataron, tantas veces me morí, y de nuevo estoy aquí.

Si alentamos esos rumores fue porque así convenía.

El último gran truco del holograma fue simular enfermedad terminal, e incluso todas las muertes que ha padecido.

Por cierto, lo de “si su salud lo permite”, que el Subcomandante Insurgente Moisés usó en el comunicado anunciando la compartición con el CNI, era un equivalente a “si el pueblo lo pide” o “si las encuestas me favorecen” o “si dios me da licencia” u otros lugares comunes que han sido la muletilla en la clase política en los últimos tiempos.

Si me permiten un consejo: deberían cultivar un poco el sentido del humor, no sólo por salud mental y física, también porque sin sentido del humor no van a entender al zapatismo. Y el que no entiende, juzga; y el que juzga, condena.

En realidad ésa ha sido la parte más sencilla del personaje. Para alimentar el rumor sólo fue necesario decirle a algunas personas en específico: “te voy a decir un secreto pero prométeme que no se lo vas a contar nadie”.

Por supuesto que lo contaron.

Los principales colaboradores involuntarios del rumor de enfermedad y muerte han sido los “expertos en zapatología” que en la soberbia Jovel y en la caótica Ciudad de México presumen su cercanía con el zapatismo y el profundo conocimiento que de él tienen, además, claro, de los policías que también cobran como periodistas, de los periodistas que cobran como policías, y de l@s periodistas que sólo cobran, y mal, como periodistas.

Gracias a todas y todos ellos y ellas. Gracias por su discreción. Hicieron exactamente como suponíamos que iban a hacer. Lo único malo de todo esto, es que dudo que ahora alguien les confíe ningún secreto.

Es nuestra convicción y nuestra práctica que para rebelarse y luchar no son necesarios ni líderes ni caudillos ni mesías ni salvadores. Para luchar sólo se necesitan un poco de vergüenza, un tanto de dignidad y mucha organización.

Lo demás, o sirve al colectivo o no sirve.

Ha sido particularmente cómico lo que el culto al individuo ha provocado en los politólogos y analistas de arriba. Ayer dijeron que el futuro de este pueblo mexicano dependía de la alianza de 2 personalidades. Antier dijeron que Peña Nieto se independizaba de Salinas de Gortari, sin darse cuenta de que, entonces, si criticaban a Peña Nieto, se ponían del lado de Salinas de Gortari; y que si criticaban a éste último, apoyaban a Peña Nieto. Ahora dicen que hay que optar por un bando en la lucha de arriba por el control de las telecomunicaciones, así que o estás con Slim o estás con Azcárraga-Salinas. Y más arriba, o con Obama o con Putin.

Quienes hacia arriba suspiran y miran pueden seguir buscando su líder; pueden seguir pensando que ahora sí se van a respetar los resultados electorales; que ahora sí Slim va a apoyar la opción electoral de izquierda; que ahora sí en Game of Thrones van a aparecer los dragones y las batallas; que ahora sí en la serie televisiva The Walking Dead, Kirkman se va a apegar al comic; que ahora sí las herramientas hechas en china no se van a quebrar a la primera vuelta; que ahora sí el futbol va a ser deporte y no negocio.

Y sí, puede que alguno de los casos sí le atinen, pero no hay que olvidar que en todos ellos son meros espectadores, es decir, consumidores pasivos.

Quienes amaron y odiaron al SupMarcos ahora saben que han odiado y amado a un holograma. Sus amores y odios han sido, pues, inútiles, estériles, vacíos, huecos.

No habrá entonces casa-museo o placas de metal en donde nací y crecí. Ni habrá quien viva de haber sido el subcomandante Marcos. Ni se heredará su nombre ni su cargo. No habrán viajes todo pagado para dar pláticas al extranjero. No habrá traslado ni atención en hospitales de lujo. No habrán viudas ni hereder@s. No habrán funerales, ni honores, ni estatuas, ni museos, ni premios, ni nada de lo que el sistema hace para promover el culto al individuo y para menospreciar al colectivo.

El personaje fue creado y ahora sus creadores, los zapatistas y las zapatistas, lo destruimos.

Si alguien entiende esta lección que dan nuestras compañeras y compañeros, habrá entendido uno de los fundamentos del zapatismo.

Así que en los últimos años ha pasado lo que ha pasado.

Entonces vimos que la botarga, el personaje, el holograma pues, ya no era necesario.

Una y otra vez planeamos, y una y otra vez esperamos el momento indicado: el calendario y la geografía precisas para mostrar los que en verdad somos a quienes son en verdad.

Entonces llegó Galeano con su muerte a marcarnos la geografía y el calendario: “aquí, en La Realidad; ahora: en el dolor y la rabia”



V.- El dolor y la Rabia. Susurros y gritos.

Cuando llegamos al caracol aquí en La Realidad, sin que nadie nos lo dijera empezamos a hablar en susurros.

Quedo hablaba nuestro dolor, quedito nuestra rabia.

Como si tratáramos de evitar que al Galeano lo ahuyentaran los ruidos, los sonidos que le eran ajenos.

Como si nuestras voces y pasos lo llamaran.

“Espera compa”, decía nuestro silencio.

“No te vayas”, susurraban las palabras.

Pero hay otros dolores y otras rabias.

Ahora mismo, en otros rincones de México y del mundo, un hombre, una mujer, unoa otroa, un niño, una niña, un anciano, una anciana, una memoria, es golpeada a mansalva, rodeada por el sistema hecho crimen voraz, es garroteada, macheteada, baleada, rematada, arrastrada entre burlas, abandonada, recuperado y velado su cuerpo, enterrada su vida.

Sólo algunos nombres:

Alexis Benhumena, asesinado en el Estado de México.

Francisco Javier Cortés, asesinado en el Estado de México.

Juan Vázquez Guzmán, asesinado en Chiapas.

Juan Carlos Gómez Silvano, asesinado en Chiapas.

El compa Kuy, asesinado en el DF.

Carlo Guiliani, asesinado en Italia.

Aléxis Grigorópulos, asesinado en Grecia.

Wayih Wajdi al-Ramahi, asesinado en un Campo de refugiados en la ciudad cisjordana de Ramala. 14 años, asesinado de un tiro en la espalda desde un puesto de observación del ejército israelí, no había marchas, ni protestas ni nada en la calle.

Matías Valentín Catrileo Quezada, mapuche asesinado en Chile.

Teodulfo Torres Soriano, compa de la Sexta desaparecido en la Ciudad de México.

Guadalupe Jerónimo y Urbano Macías, comuneros de Cherán, asesinados en Michoacán.

Francisco de Asís Manuel. desaparecido en Santa María Ostula

Javier Martínes Robles. desaparecido en Santa María Ostula

Gerardo Vera Orcino. desaparecido en Santa María Ostula

Enrique Domínguez Macías. desaparecido en Santa María Ostula

Martín Santos Luna. desaparecido en Santa María Ostula

Pedro Leyva Domínguez, asesinado en Santa María Ostula.

Diego Ramíres Domínguez, asesinado en Santa María Ostula.

Trinidad de la Cruz Crisostomo, asesinado en Santa María Ostula.

Crisóforo Sánchez Reyes, asesinado en Santa María Ostula.

Teódulo Santos Girón, desparecido en Santa María Ostula.

Longino Vicente Morales, desaparecido en Guerrero.

Víctor Ayala Tapia, desaparecido en Guerrero.

Jacinto López Díaz “El Jazi”, asesinado en Puebla.

Bernardo Vázquez Sánchez, asesinado en Oaxaca

Jorde Alexis Herrera, asesinado en Guerrero.

Gabriel Echeverría, asesinado en Guerrero.

Edmundo Reyes Amaya, desaparecido en Oaxaca.

Gabriel Alberto Cruz Sánchez, desaparecido en Oaxaca.

Juan Francisco Sicilia Ortega, asesinado en Morelos.

Ernesto Méndez Salinas, asesinado en Morelos.

Alejandro Chao Barona, asesinado en Morelos.

Sara Robledo, asesinada en Morelos.

Juventina Villa Mojica, asesinada en Guerrero.

Reynaldo Santana Villa, asesinado en Guerrero.

Catarino Torres Pereda, asesinado en Oaxaca.

Bety Cariño, asesinada en Oaxaca.

Jyri Jaakkola, asesinado en Oaxaca.

Sandra Luz Hernández, asesinado en Sinaloa.

Marisela Escobedo Ortíz, asesinada en Chihuahua.

Celedonio Monroy Prudencio, desaparecido en Jalisco.

Nepomuceno Moreno Nuñez, asesinado en Sonora.



Los y las migrantes desparecidas forzosamente y probablemente asesinadas en cualquier rincón del territorio mexicano.

Los presos a quienes se quiere matar en vida: Mumia Abu Jamal, Leonard Peltier, los Mapuche, Mario González, Juan Carlos Flores.

El continuo entierro de voces que vida fueron, silenciadas por el caer de la tierra y el cerrarse de las rejas.

Y la burla mayor es que, en cada paletada de tierra que arroja el esbirro en turno, el sistema va diciendo: “no vales, no importas, nadie te llora, a nadie le da rabia tu muerte, nadie sigue tu paso, nadie levanta tu vida”

Y con la última paletada sentencia: “aunque agarren y castiguen a los que te matamos, siempre encontraré otro, otra, otros, que de nuevo te embosquen y repitan la danza macabra que acabó con tu vida”.

Y dice “Tu justicia pequeña, enana, fabricada para que los medios de paga simulen y obtengan un poco de calma para frenar el caos que se les viene encima, no me espanta, no me daña, no me castiga”.

¿Qué le decimos a ese cadáver al que, en cualquier rincón del mundo de abajo, se le entierra en el olvido?

¿Que sólo nuestros dolor y rabia cuentan?

¿Que sólo nuestro coraje importa?

¿Que mientras susurramos nuestra historia, no escuchamos su grito, su alarido?

Tiene tantos nombres la injusticia y son tantos los gritos que provoca.

Pero nuestro dolor y nuestra rabia no nos impiden escuchar.

Y nuestros susurros no son sólo para lamentar la caída de nuestros muertos injustamente.

Son para así poder escuchar a otros dolores, hacer nuestras otras rabias y seguir así en el complicado, largo y tortuoso camino de hacer de todo eso un alarido que se transforme en lucha libertadora.

Y no olvidar que, mientras alguien susurra, alguien grita.

Y sólo el oído atento puede escuchar.

Mientras hablamos y escuchamos ahora, alguien grita de dolor, de rabia.

Y así como hay que aprender a dirigir la mirada, la escucha debe encontrar el rumbo que la haga fértil.

Porque mientras alguien descansa, hay quien sigue cuesta arriba.

Para mirar ese empeño, basta bajar la mirada y elevar el corazón.

¿Pueden?

¿Podrán?

La justicia pequeña se parece tanto a la venganza. La justicia pequeña es la que reparte impunidad, pues al castigar a uno, absuelve a otros.

La que queremos nosotros, por la que luchamos, no se agota en encontrar a los asesinos del compa Galeano y ver que reciban su castigo (que así será, que nadie se llame a engaño).

La búsqueda paciente y porfiada busca la verdad, no el alivio de la resignación.

La justicia grande tiene qué ver con el compañero Galeano enterrado.

Porque nosotros nos preguntamos no qué hacemos con su muerte, sino qué debemos hacer con su vida.

Disculpen si entro en el pantanoso terreno de los lugares comunes, pero ese compañero no merecía morir, no así.

Todo su empeño, su sacrificio cotidiano, puntual, invisible para quien no fuera nosotros, fue por la vida.

Y sí les puedo decir que fue un ser extraordinario y además, y esto es lo que maravilla, hay miles de compañeras y compañeros como él en las comunidades indígenas zapatistas, con el mismo empeño, idéntico compromiso, igual claridad y un único destino: la libertad.

Y haciendo cuentas macabras: si alguien merece la muerte es quien no existe ni ha existido, como no sea en la fugacidad de los medios de comunicación de paga.

Ya nos ha dicho nuestro compañero jefe y vocero del EZLN, el Subcomandante Insurgente Moisés, que al asesinar a Galeano, o a cualquiera de los zapatistas, los de arriba querían asesinar al EZLN.

No como ejército, sino como rebelde necio que construye y levanta vida donde ellos, los de arriba, desean el páramo de las industrias mineras, petroleras, turísticas, la muerte de la tierra y de quienes la habitan y trabajan.

Y ha dicho que hemos venido, como Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, a desenterrar a Galeano.

Pensamos que es necesario que uno de nosotros muera para que Galeano viva.

Y para que esa impertinente que es la muerte quede satisfecha, en su lugar de Galeano ponemos otro nombre para que Galeano viva y la muerte se lleve no una vida, sino un nombre solamente, unas letras vaciadas de todo sentido, sin historia propia, sin vida.

Así que hemos decidido que Marcos deje de existir hoy.

Lo llevarán de la mano sombra el guerrero y lucecita para que no se pierda en el camino, Don Durito se irá con él, lo mismo que el Viejo Antonio.

No lo extrañarán las niñas y niños que antes se juntaban para escuchar sus cuentos, pues ya son grandes, ya tienen juicio, ya luchan como el que más por la libertad, la democracia y la justicia, que son la tarea de cualquier zapatista.

El gato-perro, y no un cisne, entonará ahora el canto de despedida.

Y al final, quienes entiendan, sabrán que no se va quien nunca estuvo, ni muere quien no ha vivido.

Y la muerte se irá engañada por un indígena con el nombre de Galeano en la lucha, y en esas piedras que han colocado en su tumba volverá a andar y a enseñar, a quien se deje, lo básico del zapatismo, es decir, no venderse, no rendirse, no claudicar.

¡Ah la muerte! Como si no fuera evidente que a los de arriba los libera de toda corresponsabilidad, más allá de la oración fúnebre, el homenaje gris, la estatua estéril, el museo controlador.

¿A nosotros? Bueno, pues a nosotros la muerte nos compromete por lo que tiene de vida.

Así que aquí estamos, burlando a la muerte en la realidad.

Compas:

Dicho todo lo anterior, siendo las 0208 del 25 de mayo del 2014 en el frente de combate suroriental del EZLN, declaro que deja de existir el conocido como Subcomandante Insurgente Marcos, el autodenominado “subcomandante de acero inoxidable”.

Eso es.

Por mi voz ya no hablará la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Vale. Salud y hasta nunca… o hasta siempre, quien entendió sabrá que eso ya no importa, que nunca ha importado.

Desde la realidad zapatista.



Subcomandante Insurgente Marcos. 

México, 24 de mayo del 2014.


marcos

jueves, 22 de enero de 2015

The Invisible Woman: A Conversation With Björk | Pitchfork

The Invisible Woman: A Conversation With Björk | Pitchfork:

'via Blog this'

With each album she makes, Björk immerses us in a fantastical universe of her own design. Now, on Vulnicura, she’s letting us in to her world—though it is not necessarily one of her own choosing. The album outlines the dissolution of Björk’s relationship with her longtime partner, the artist Matthew Barney. She confesses the devastation with candor. By the third song, “History of Touches”, she’s lying awake in bed, indexing the past with startling intimacy: “Every single fuck we had together is in a wondrous time-lapse with us here at this moment,” she laments over glistening synths. She details her struggle to keep her family intact, limning distance, rejection, and the death of their covenant. The blunt force of her words is striking. And damning. 
The cast of Vulnicura is limited to a “you” that is only Barney, Björk, and their child; the “we” of it is fleeting. There is a joyous, striving before, which only makes the familial fragmenting that plays across these long, dramatic songs even more wrenching. She tries to staunch the ruin with love, but it’s no use. The album ends with Björk’s reclamation of herself, her voice, and her music, turning Vulnicura into a document of salvation, albeit a fraught one. “When I’m broken I am whole,” she sings on closer “Quicksand”, “and when I'm whole I'm broken.” 
Sitting in a hotel room in London’s East End on Halloween, Björk, casually clad in a flamingo-pink kimono, red tights, and platform high tops, is as eager to talk about Vulnicura as she is reticent to talk about what inspired it. The love, struggle, and dissolution are all plain in the lyrics, which are uncharacteristically diaristic; singing about a desire for “emotional respect” is more what you’d expect from Mary J. Blige than an artist whose previous album considered the world atomically. The few metaphors that do arise involve natural, immovable objects like stones, a lake, quicksand—dark forces, being consumed, certain destruction. The album’s centerpiece, the 10-minute “Black Lake”, is the relational post-mortem, a litany of incompatibilities over rising strings, before Björk spits the rhetorical “Did I love you too much?” as if the question curdled in her mouth as she conjured the words.
As much as this record is about him, it is also about Björk returning to herself. In motherhood, one quite literally becomes a vessel—a role that often continues postpartum. The young family takes precedence, and ambition takes a back seat; a mother can become the net around her loved ones, their needs veiling her own. It is the natural exile of domestic life. And it is a strange and powerful thing to imagine that one of the most singular vocalists in modern music could lose the tether, just like any of us. But here, Björk opens up about coming back to music from such a scene, filling her house and her days with loud songs.
Over the few hours that we talked, she became emotional whenever we broached the album’s core themes. The pall would lift immediately, though, whenever she touched on the music that had pulled her back into the light: befriending and exchanging ideas with the album’s Venezuelan co-producer,Arca, waking up to mixes by anarchic DJ Total Freedom, her lifelong love of Chaka Khan, Joni Mitchell, and Kate Bush, her desire to stand up for her female peers. Vulnicura may be the most tender-hearted work Björk has ever issued, but it also finds her most sure of her power as a woman, a producer, and an artist; all of her invisible work made clear.
An extended version of this interview will be featured in the next issue of The Pitchfork Review, due out at the end of February—subscribe here.
Pitchfork: How does it feel to be putting out a record this personal?
Björk: I’m a little nervous. Definitely. Especially coming from an album likeBiophilia, which was about the universe. This is more of a traditional singer/songwriter thing. When I started writing, I fought against it. I thought it was way too boring and predictable. But most of the time, it just happens; there’s nothing you can do. You have to let it be what it is.
Pitchfork: Did you know this was the record that was going to come out of you?
B: No, no. With most of my albums, I don’t really know what I’m doing for the first year or so. It’s afterwards, when it’s almost ready and I start mixing and doing the photographs, that I can see it for what it is. With this album, it was a big surprise. When I listened to the songs, it is almost like a diary.
Pitchfork: It sounds like an album about partnership, motherhood, and family—things that bond us—and your worst fears about them...
B: [crying] I’m sorry.
Pitchfork: The minute your children are born, underneath every thought is: How do I protect them? How do I keep this family surrounded in love? Then you quickly figure out that you can’t always protect them. All of that is on this album, very nakedly.
B: That’s why I was nervous. I’ve never done an album like this. WithBiophilia, I was being like Kofi Annan—I had to be the pacifist to try to unite the impossible. Maybe that was a strange, personal job between me and myself, to show how overreaching I was being as a woman. The only way I could express that was by comparing it to the universe. If you can make nature and technology friends, then you can make everyone friends; you can make everyone intact. That’s what women do a lot—they’re the glue between a lot of things. Not only artists, but whatever job they do: in the office, or homemakers. Biophilia was like my own personal slapstick joke, showing I had to reach so long—between solar systems—to connect everything. It’s like the end scene in Mary Poppins, when she’s made everyone friends, and the father realizes that kids are more important than money—and [then] she has to leave [crying]. It’s a strange moment. Women are the glue. It’s invisible, what women do. It’s not rewarded as much.
When I did this album—it all just collapsed. I didn’t have anything. It was the most painful thing I ever experienced in my life. The only way I could deal with that was to start writing for strings; I decided to become a violin nerd and arrange everything for 15 strings and take a step further than what I’ve done before. I had like 20 technological threads of things I could have done, but the album couldn’t be futuristic. It had to be singer/songwriter. Old-school. It had to be blunt. I was sort of going into the Bergman movies with Liv Ullmannwhen it gets really self-pitying and psychological, where you’re kind of performing surgery on yourself, like, What went wrong?
Then I got really lucky. I’m not religious but I must have earned some good karma at some point, because as one thing got taken away from me, Alejandro [Ghersi, aka Arca] came. [smiles, tears up] I don’t want to brag, but I get a lot of requests to work with musicians and a lot of time I say, "I’m very flattered, but it’s not right.” But he approached me almost two years ago, and it was just the most perfect timing ever. I’d just written like a scrillion songs and done these string arrangements, and the subject matter was so difficult that I wanted to move away from it. Then he came on a visit to Iceland, and we just had the best time ever. He’s the most generous, funny person I’ve ever met. It was such a contrast, the most fun music-making I’ve ever had [tears up], with the most tragic subject matter. Somehow, he could just take it on.
Usually I do half of the beats and then I will get someone like Matthew Herbert to help me with the chorus of the song, or another guy to help me do other bits. But this time around, maybe because it’s a relationship album about the duality between you and that person, doing a whole album with just one person made perfect sense. Towards the end, we needed someone to mix it, so the only other person who came into it was a guy called Haxan Cloak. Literally, just the three of us. Really simple. That’s been really fun.
Alejandro knew all of my albums from his childhood—apparently, I’m big in Venezuela. [laughs] He knew my songs better than me. I would say, "Oh, can you make that third beat like…" And he’d say, "Oh, you mean like the third break of song five of album two?" He was like a library of my music. At first, I was really defensive; I’m not good with people who are fans. But it just wasn’t that energy at all. It was a really healthy energy, like a student. Suddenly, I got to be a strange kind of teacher. I would literally sit next to him and, for the first few songs, the heartbreak songs, I would be the backseat driver. I would describe all the beats, and then he would do them and add stuff. We did it together. I’ve never done that before. So I just sat next to him for weeks, and we did the whole album. It’s the quickest I’ve ever worked. He’s so incredibly talented and so eager to learn. It’s one of those crazy things in life where people from opposite ends meet, and you’ve got so much to teach each other. It’s really equal, what you’ve got to give to each other. [tears up] It’s been a strange album—the most painful one I’ve done, but also the most magic one.
Pitchfork: In the first two songs on the record, you’re singing about wanting to find clarity. Does writing a song about something that has happened bring you clarity on the other end?
B: Yeah, I think so. When it works. I go for a lot of walks and I sing. That’s when you find an angle on things, where it makes sense for that particular moment. It’s more that feeling. In a way, I also rediscovered music, because [crying]—I’m sorry—it’s so miraculous what it can do to you; when you are in a really fucked situation, it's the only thing that can save you. Nothing else will. And it does, it really does. I’m hoping the album will document the journey through. It is liberation in the end. It comes out as a healing process, because that’s how I experienced it myself.
Pitchfork: It very much does. Towards the end of the record, there is a Buddhist sentiment about the obstacle being the path. You sing, "Don’t remove my pain, it’s my chance to heal." That’s how we figure things out, isn’t it? That the only way out is through, that having things be easier is not helpful in the long run. 
B: When I say that, it might come across that I’m incredibly wise. But it’s the other way around. I’m fucked and I’m trying to talk myself into it, like, "Go, girl! You can do it!" It’s me advising myself. It’s not me knowing it all—not at all. It’s just a certain route you just have to go; I went through it.
It’s really hard for me to talk about it. It really is in the lyrics. I’ve never really done lyrics like this, because they’re so teenage, so simple. I wrote them really quickly. But I also spent a long time on them to get them just right. It’s so hard to talk about the subject matter; it’s impossible—I’m sorry. [tears up] There’s so many songs about [heartbreak] that exist this in the world, because music is somehow the perfect medium to express something like this. When I did the interviews about Biophilia, I could talk for four hours about tech and education and science and instruments and pendulums—all the things we did. This one, I couldn’t put any of that stuff on top of it, because it has to be what it is. And I can’t talk about it. It’s not that I don’t want to, I’m not trying to be difficult. It really is all in there. [chokes up]
Pitchfork: The song “Black Lake” illuminates these parts of partnership, or marriage, that you don’t even want to give voice to, the stuff that you never want to think or say, because it feels too worst-case-scenario, too charged, too deep—because it’s so unmooring to consider.
B: I was really embarrassed about that song. I can still hardly listen to it.
Pitchfork: How will you perform these songs, then?
B: I have no idea. But it’s like you were saying, there’s no easy exit through. I wish. I would have taken it if I could. [long pause] It’ll be emotional. I’m just going to have to cry and be a mess and do it. Right now, my life is not getting any discount, as we say in Iceland. There’s no easy access. I have to go through that to get to the next bit.
I’m blessed that Alejandro is going to do the gigs with me. That’s gonna be fun. It’s going to be concert halls, because I’m going to have a 15-piece orchestra: five violins, five violas, and five cellos, so the sound is really dark. It’s very muddy. Earthy. We’re going to start in Carnegie Hall; I’ve never played there, but it’s perfect for this. It doesn’t really have an orchestra pit, so the string players have to be on the stage. Carnegie Hall is also good for beats. It’s no coincidence that Duke Ellington played there.
Pitchfork: Who are confessional singer/songwriters that you like?
B: Funnily enough, with my favorite music like that, I don’t understand the words. I really like fado singers like Amália Rodrigues, but I don’t speak Portuguese. [laughs] I really like Abida Parveen from Pakistan, but I don’t understand a word she sings either. As for American singers, you know who I’ve loved almost since my childhood? Chaka KhanI love Chaka Khan. I’ve totally fallen in love with a remix album of hers from the ‘80s. I don’t know if it’s a guilty pleasure. It’s just pleasure. Obviously, I really love Joni Mitchell. I think it was that accidental thing in Iceland, where the wrong albums arrive to shore, because I was obsessed with Don Juan’s Reckless Daughter and Hejira as a teenager. I hear much more of her in those albums. She almost made her own type of music style with those, it’s more a woman’s world.
Pitchfork: Hejira is one the most feminist albums ever.
B: Right? The lyrics! And The Hissing of Summer Lawns as well. I love “The Jungle Line”, it sounds like something somebody would make now, it’s crazy. Maybe it’s because it’s not my generation, but when I hear the folk stuff that she did before that, I hear it as a lot of people and not just her. It’s a zeitgeist.
Pitchfork: When it was originally misreported that Vulnicura was produced by Arca, instead of co-produced by you and Arca, it reminded me of the Joni Mitchell quote from the height of her fame about how whichever man was in the room with her got credit for her genius.
B: Yeah, I didn’t want to talk about that kind of thing for 10 years, but then I thought, “You’re a coward if you don’t stand up. Not for you, but for women. Say something.” So around 2006, I put something on my website where I cleared something up, because it’d been online so many times that it was becoming a fact. It wasn’t just one journalist getting it wrong, everybody was getting it wrong. I’ve done music for, what, 30 years? I’ve been in the studio since I was 11; Alejandro had never done an album when I worked with him. He wanted to putting something on his own Twitter, just to say it’s co-produced. I said, “No, we’re never going to win this battle. Let’s just leave it.”But he insisted. I’ve sometimes thought about releasing a map of all my albums and just making it clear who did what. But it always comes across as so defensive that, like, it’s pathetic. I could obviously talk about this for a long time. [laughs]
Pitchfork: The world has a difficult time with the female auteur.
B: I have nothing against Kanye West. Help me with this—I’m not dissing him—this is about how people talk about him. With the last album he did, he got all the best beatmakers on the planet at the time to make beats for him. A lot of the time, he wasn’t even there. Yet no one would question his authorship for a second. If whatever I’m saying to you now helps women, I’m up for saying it. For example, I did 80% of the beats on Vespertine and it took me three years to work on that album, because it was all microbeats—it was like doing a huge embroidery piece. Matmos came in the last two weeks and added percussion on top of the songs, but they didn’t do any of the main parts, and they are credited everywhere as having done the whole album. [Matmos’] Drew [Daniel] is a close friend of mine, and in every single interview he did, he corrected it. And they don’t even listen to him. It really is strange.
Pitchfork: How does it make you feel when this happens now?
B: I have to say—I got a feeling I am going to win in the long run, but I want to be part of the zeitgeist, too. I want to support young girls who are in their 20s now and tell them: You’re not just imagining things. It’s tough. Everything that a guy says once, you have to say five times. Girls now are also faced with different problems. I’ve been guilty of one thing: After being the only girl in bands for 10 years, I learned—the hard way—that if I was going to get my ideas through, I was going to have to pretend that they—men—had the ideas. I became really good at this and I don’t even notice it myself. I don’t really have an ego. I’m not that bothered. I just want the whole thing to be good. And I’m not saying one bad thing about the guys who were with me in the bands, because they’re all amazing and creative, and they’re doing incredible things now. But I come from a generation where that was the only way to get things done. So I have to play stupid and just do everything with five times the amount of energy, and then it will come through. 
When people don’t credit me for the stuff I’ve done, it’s for several reasons. I’m going to get very methodical now! [laughs] One! I learned what a lot of women have to do is make the guys in the room think it was their idea, and then you back them up. Two! I spend 80% of the writing process of my albums on my own. I write the melodies. I’m by the computer. I edit a lot. That for me is very solitary. I don’t want to be photographed when I’m doing that. I don’t invite people around. The 20% of the album process when I bring in the string orchestras, the extras, that’s documented more. That’s the side people see. When I met M.I.A., she was moaning about this, and I told her, “Just photograph yourself in front of the mixing desk in the studio, and people will go, ‘Oh, OK! A woman with a tool, like a man with a guitar.’” Not that I’ve done that much myself, but sometimes you’re better at giving people advice than doing it yourself. I remember seeing a photo of Missy Elliott at the mixing desk in the studio and being like, a-ha!
It’s a lot of what people see. During a show, because there are people onstage doing the other bits, I’m just a singer. For example, I asked Matmos to play all the beats for the Vespertine tour, so maybe that’s kind of understandable that people think they made them. So maybe it’s not all sexist evil. [laughs] But it’s an ongoing battle. I hope it doesn’t come across as too defensive, but it is the truth. I definitely can feel the third or fourth feminist wave in the air, so maybe this is a good time to open that Pandora’s box a little bit and air it out.